Mi Navidad a los trece años (Fragmento adaptado del libro “La Cabeza de Yp Silon)

 


2

    – Yp, ¿qué vamos a pedir de regalo por Navidad? – me pregunta Xis animado mientras yo toco la guitarra delante del piano – ¿No crees que deberíamos pedir una batería? 
 
    – Ah, no sé... - respondo con aparente falta de interés, pero sin rechazar la idea.

    – Piénsalo bien... Si todos pedimos algo juntos, va a ser más fácil que ellos acepten, pues mis amigos me dijeron que una batería cuesta más o menos $$$$ 

    – ¡Uy!   ¡Es mucha plata! – digo impresionado. – ¿Realmente crees que acepten? 

    – Si es un regalo para nosotros tres, creo que sí.

    – Voy a pensarlo. – le respondo animado.   

    En realidad, mi sueño es algún día convertirme en músico profesional, y si no resulta, ser científico es mi segunda opción. Lo único raro de todo esto es que hablamos de un regalo conjunto, pero no estamos considerando la opinión de Zé.  Aun así, lo voy a pensar. La ventaja es que no estamos apurados, pues falta mucho tiempo para la Navidad.



4

    – ¡Ya te dije mil veces que no me agarres los cachetes! – le grita Zé a Xis, finalizando su rabia con un golpe.

    – ¡Me pegaste!  ¡Me voy a morir!  - le responde Xis, haciendo un drama.

    – ¡Paren! – les grita mi mamá desde la sala, donde juntos adornamos la casa para la Navidad.

    Mi abuelita, que cabeceaba en el sofá, salta asustada; pero, sin mucho esfuerzo, se vuelve a dormir en seguida.

    – Hijo, por favor, pon la corona y el pesebre en la mesa. 

    Retiro con cuidado los adornos que están dentro de una caja, como ella me pidió, cuando descubro que falta algo...

    – Mamá, ¿por qué no tenemos árbol de Navidad?

    – Bueno... – y se queda pensando, por algunos segundos, hasta que finalmente dice:

    – En verdad, nunca compramos uno, porque...  – y en voz baja susurra – un árbol de Navidad es muy caro y no creo que sea algo tan importante.

    Hasta ahora no había mencionado que soy hijo de inmigrantes peruanos y que mi hermano mayor también es peruano de nacimiento. Por lo que ellos cuentan, cuando llegaron a Brasil, la beca de estudios que mi papá recibía en la universidad no cubría los gastos de los tres. Hoy la situación es otra, pero por lo que parece, las viejas costumbres aún permanecen.

        “Muy caro y no es tan importante” ... ¿Será cierto?



5

    ¡La tablet!  ¡Qué buen recurso para buscar cosas en la Internet!  
    Digito: “Árbol de Navidad 2,10 metros”.

    ¡Guau, qué caro! – en la pantalla aparece un valor de $$$ –.

    Digito: “Luces de Navidad” ...  aparece $$.
    – ¡Mamá! – la llamo gritando desde mi cuarto. – ¿Cuántas bolas de navidad necesitamos para un árbol grande?

    – No sé, creo que unas cincuenta.

    Digito: “Bolas de Navidad” ...  Aparece $$. Con eso hago mis cálculos: 50 x $$, dan un total de ...

    – Xis, ¿sabías que un árbol de Navidad, igual a los que aparecen en las películas, adornado, cuesta $$$$? – le pregunto, mientras está entretenido, escribiendo en su celular.

    ¿What? - responde gritando. – ¡Qué caro!

      – ¡Exacto! ¿Por qué crees que algunas personas gastan tanto dinero en un árbol de Navidad? – le pregunto con cierta curiosidad.

    – No lo sé. Tal vez porque es algo bonito... o porque es una tradición... – me responde, con poco interés en la conversación –. Solo sé que ese es el precio de nuestra batería...

    ¡El precio de nuestra batería!  Él mencionó algo sobre tradición. Pero... ¿qué es tradición?



6

    El restaurante de comida casera no está mal, solo que prefiero la comida japonesa.  La elección fue de la abuelita, a quien no le gusta nuestra comida familiar favorita.

    – ¡Come con la boca cerrada! – dice ella, mirando a Zé con ojos amenazadores.

    – Grrr, grrr, grrr - gruñe Zé en voz baja y con cara de molesto por la corrección.

    – Aunque te molestes, ¡es necesario! – y con aires de superioridad, añade –.

    – ¡Ya que tus papás no te corrigen…!

    Mis papás se miran fastidiados por el comentario imprudente de la abuelita, pero se mantienen en silencio.

    – Abuelita, ¿comer con la boca cerrada es una tradición? – le pregunto con curiosidad, esperando que me dé algunas luces para mis últimas reflexiones.

    – Sí. - responde rápidamente.

    – ¡Sí... y no! - interrumpe mi papá con aire pensativo y ya recuperado del disgusto por el comentario anterior  –.

    – En mi opinión, una tradición es mucho más que una simple costumbre.  Debería tener un… sentido profundo. – añade.

    “Sentido profundo”... ¿Qué quiere decir eso?



8

    – Muchas gracias, hijito, por ayudarme a cruzar la calle – me dice mi abuelita con voz cariñosa, mientras mis hermanos cruzan la pista corriendo.

    Mi abuela es una persona mayor y a veces espesa, solo que, otras veces, es cariñosa conmigo.  Ella vive en la tierra de mis papás y casi nunca nos visita, pero a pesar de que convivimos poco con ella, creo que la quiero.  ¿Creo?  ¡No!  ¡Claro que la quiero!  ¿Por qué? No lo sé, ¿Será que tiene que haber un por qué?

    – Hijito, ¿qué has pedido por Navidad? – me pregunta mi abuelita, interrumpiendo mis pensamientos.

    – ¡Vamos a pedir una batería! – le cuento entusiasmado.

    – ¿Cómo así, “vamos”? ¿Qué batería? ¿De carro?

    – ¡No, abuelita! – le contesto riendo  –.  “Vamos” porque es un regalo para nosotros tres… y no es una batería de carro, es un instrumento musical.
    
    – ¡Ah! – me responde. – Entendí, pero ¿y tú no quieres algo especial? Si quieres, puedo comprarte algo.

    Hummm... – me quedo en silencio por unos segundos y luego le respondo:

    – Pensándolo bien, ¡sí quiero!



9

    El reloj de mi papá marca veinte para las once. Estoy con la barriga llena, cansado y con sueño.  La Misa de Navidad podría decirse que fue bonita. Y la cena, entonces, ¡deliciosa!  El chocolate caliente de la abuelita... ¡excelente! ¿Y los regalos?  Bueno, no fueron muchos, ya que la batería ocupó la mitad de la sala.  

    Al otro lado del comedor está el aparador, donde mi mamá armó el pesebre… y junto a él… mi árbol…  ¡Lindo!  No tiene dos metros diez, creo que no llega ni a un metro veinte, pero es mío, y me gusta.  De repente, siento un impulso interior y deseo que no sea solo mío y pienso: “Voy a compartirlo con ellos.  Después de todo, somos una familia”.

    El reloj de mi papá ahora marca casi las doce.  ¡El reloj de mi papá... mi papá!  ¡Yo lo quiero mucho!  ¡Y lo admiro!  Solo que, a veces, me gustaría que hablara un poco más. 

    –¡Muy bien, chicos! – dice él lejos de mis pensamientos.  

    – Es hora de la liturgia de Navidad y cada uno va a tomar una imagen del pesebre...

    – Yp, ¿quieres agarrar la vela? – me pregunta mi mamá con voz amorosa.

    – ¡Sí!  - es mi rápida respuesta.
    Comenzamos la liturgia con un canto bastante desafinado, pero con alegría.  Mi abuelita me mira angustiada porque estoy sujetando la vela, pero nada se sale de control.  

    Para finalizar, le toca a Zé poner al Niño Jesús en el pesebre, que hasta ese momento estaba vacío.  

    ¡Guau! ¡Estaba vacío!   Ahora todo cobra sentido para mí: suerte, tradición, vejez, hermanos, familia.  Las cosas pueden estar vacías si no tenemos a ese “Alguien” que le da sentido a todo.

    Trece años. El fin de mi infancia y el inicio de mi madurez.  ¡La mejor Navidad de mi vida… hasta hoy!








Comentários

  1. Muy bueno, Marta !
    Enhora buena !
    Feliz Novidades !!!

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  2. Hermosa historia que nos lleva a la reflexión y al verdadero sentido de la Navidad 😍

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