El arte cuando es bello… (en español y portugués)
En esta ocasión quiero contarte lo que nos sucedió a Lucho y a mí, un día, en el que fuimos juntos al teatro.
El estacionamiento quedaba a una cuadra, de la imponente construcción, que había sido escenario de magníficas piezas teatrales. Anteriormente ya habíamos participado de algunas, pero siempre con la pintoresca característica de hacerlo como una necesidad para nuestro espíritu, aunque, en detrimento de nuestro bolsillo.
Caminábamos rápido porque el horario de salida, del trabajo de Lucho, había coincidido exactamente antes del de la función. Casi no conversamos por el apuro, por eso cuando llegamos a la fila que se había formado delante del edificio, recién pudimos parar y relajarnos.
Lucho me tomó de la mano para subir las interminables escaleras que nos llevaban a nuestras butacas mientras lo miré, pensando, que, a pesar de no tener una sensibilidad muy desarrollada para apreciar las artes plásticas, el teatro y la música siempre tuvieron una resonancia especial en él.
Una vez que nos sentamos, respiramos y aliviados, fuimos entrando progresivamente en un clima mágico que te describiré a continuación…
Las luces se apagaron dejando, en destaque, el escenario de aquel conocido teatro de São Paulo.
Nuestro sitio entre los espectadores no estaba en las primeras filas, ni siquiera entre las del medio… para decir la verdad, estaba en la última. Ese lugar, que nuestro modesto presupuesto destinado a espectáculos nos permitía, no fue impedimento para a Lucho y a mí disfrutar plenamente, de ese momento, donde cultivábamos nuestra mente y nuestro espíritu.
La obra en cartelera, esa temporada, era “Los Miserables”. He leído el libro y he visto varias películas de esta magistral obra de Víctor Hugo, solo que, en el teatro, el espectáculo era tan deslumbrante que nos envolvió por completo con su encanto, cautivando nuestras almas, en una experiencia de admiración frente al mensaje humano y porque no decir, trascendente, que la obra presentaba.
Las canciones que acompañaban la función eran los eslabones en la trama que permitían que las emociones se manifestasen haciendo el tiempo volar.
Finalmente, cuando la obra terminó, los sentimientos nos embargaron y las lágrimas acompañadas de sollozos no fueron motivo de vergüenza, ya que, se confundían con los llantos ahogados del resto de los espectadores.
Caminábamos despacio, regresando al estacionamiento, cuando Lucho cogió mi mano, la acarició y la colocó alrededor de su brazo demostrando una intimidad, diferente de la que habíamos tenido al inicio. Estábamos sensibilizados, como si la pieza de teatro hubiese tocado fibras muy íntimas de nuestra alma.
Parecía que habíamos tenido una experiencia mística aun con lo humano del espectáculo y me quedé pensando, preguntándome, si eso era posible…
¡Y la respuesta fue sí! Sí, es posible. Descubrí leyendo algunos textos que la belleza habla de Dios y así como nos emocionamos muchas veces al contemplar un atardecer de verano frente al mar, el arte cuando es bello, aun siendo obra humana, puede expresar parte de ese misterio trascendente que viene de Dios inspirador…
A arte quando é bela...
Nesta ocasião vou contar o que nos aconteceu, a Lucho e a mim, um dia que fomos ao teatro.
O estacionamento ficava a um quarteirão da imponente construção que era palco de magníficas peças teatrais. Anteriormente já tínhamos participado de algumas, mas sempre com a característica singular de fazê-lo como uma necessidade para o nosso espírito, porém, em detrimento do nosso bolso.
Nosso andar era bem rápido porque o horário de saída do trabalho do Lucho tinha calçado exatamente com o do show. Mal falávamos pela correria, por isso, quando chegamos na fila que havia se formado na frente do prédio, finalmente conseguimos parar e relaxar.
Lucho segurou minha mão para subir as escadas intermináveis que nos levavam a nossas poltronas enquanto eu olhava para ele, pensando que, apesar de ele não ter uma sensibilidade muito desenvolvida para apreciar as artes plásticas, o teatro e a música sempre ecoavam de uma forma especial nele.
Já sentados nos nossos lugares respiramos aliviados enquanto gradativamente entramos num clima mágico que vou descrever a continuação...
As luzes se apagaram, colocando em destaque o palco daquele conhecido teatro de São Paulo.
Nosso lugar na plateia não estava nas primeiras fileiras, nem mesmo entre as do meio... para dizer a verdade, estava na última. Aquele lugar, que nosso modesto orçamento para shows nos permitia, não foi impedimento para juntos aproveitar plenamente este momento em que cultivávamos nossa mente e nosso espírito.
O outdoor, naquela temporada, era "Os Miseráveis". Li o livro e vi vários filmes desta obra magistral de Victor Hugo, só que, no teatro, o espetáculo foi tão deslumbrante que nos envolveu completamente com sua magia, cativando nossas almas, em uma experiência de admiração diante da mensagem humana e porque não dizer, transcendente, que a peça apresentava.
As músicas que acompanhavam o show foram os elos da trama que permitiram que as emoções se manifestassem fazendo o tempo voar.
Finalmente, quando a peça acabou e os sentimentos tomaram conta de nós, as lágrimas, acompanhadas de soluços, não foram motivo de vergonha, pois se confundiam com o choro afogado do resto dos espectadores.
Depois da saída da peça, caminhávamos devagar, voltando para o estacionamento. De mãos dadas ele acariciou as minhas, colocando uma delas em volta do seu braço, de uma forma que demonstrava intimidade. Foi ali que descobrimos que tínhamos ficado sensibilizados, como se a peça tivesse tocado fibras muito íntimas da nossa alma.
Parecia que tinha sido uma experiência mística e fiquei pensando, me perguntando, se isso era possível...
E a resposta foi sim! Sim, é possível. Lendo alguns textos descobri que a beleza fala de Deus e assim como muitas vezes ficamos emocionados ao contemplar um pôr do sol de verão de frente para o mar, a arte quando é bela, mesmo que seja obra humana, pode expressar um pouco desse mistério transcendente que vem de Deus inspirador.
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