Siempre hay motivo para celebrar… (micro cuento en español y portugués)
La luz que emanaba del fluorescente dejaba el ambiente impersonal y frio. Las mayólicas blancas del corredor reforzaban esa sensación. La temperatura del lugar era baja porque ya comenzaba a manifestarse, con fuerza, el invierno en esa época del año.
Yo estaba echada en una camilla de hospital, tiritando de frio. Mis uñas se habían puesto blancas y moradas como síntoma de la hipotermia por la cual estaba pasando. La sensación de frio que tenía era mucho mayor de la que el ambiente o el clima podrían provocar. Caminando a mi lado mi mamá le preguntaba, a la enfermera que me conducía por los corredores de la clínica hacia la sala de operaciones, cuanto demoraría mi intervención. El malestar y el dolor que sentía por la apendicitis no me permitieron prestar mucha atención a los detalles de ese dialogo. Solo recuerdo que antes de entrar al quirófano, mi mamá me dio la bendición en la puerta y se quedó parada rezando por mi. No sé cuanto tiempo demoró la operación. La recuperación de la cirugía por la apendicitis fue lenta, así que, al atardecer del segundo día mi mamá y mi papá llegaron a verme con un ramo de flores y una torta, porque ese día era mi cumpleaños de catorce años. No era la primera vez que celebraba mi cumpleaños convaleciente, ni sería la ultima, como contaré a continuación… (1) … la torta de chocolate que habían colocado en la mesa de noche era suculenta. Hacia días que no probaba un postre semejante a ese. Mi cumpleaños de seis años lo estaba pasando, recuperándome de un sarampión que no tenía idea quien me lo había contagiado. Mis papás y mis hermanos me cantaban mi canción de cumpleaños con una vela encendida en medio de la torta. A pesar de la convalecencia ese cumpleaños lo recuerdo con alegría. Mis hermanos se deleitaban comiendo el delicioso postre, en el exacto momento que mi papá me entregaba de regalo una muñeca patilarga de trapo… un juguete que yo deseaba hacía mucho tiempo… (2) … Lucho regresaba de jugar futbol con sus compañeros de trabajo mientras yo continuaba echada en la cama por el malestar que sentía. En esta ocasión no se trataba de ninguna enfermedad, solo que el embarazo me había llegado con muchas nauseas. Como ya estábamos viviendo en Brasil, mi celebración en esa ocasión fue soplar una vela en un pedazo de torta que mi esposo improvisó para no dejar pasar por alto esa fecha… (3) … Mis compadres llegaron con un ramo de flores y una torta. Lucho había coordinado con ellos una sencilla celebración porque yo estaba sintiendo los síntomas de lo que parecía una infección en la garganta y que a los pocos días se consolido como escarlatina. Mis compadres brasileros, Lucho y mis hijos se esforzaron por hacerme pasar un día agradable, solo que el malestar por la enfermedad era grande… Estas son algunas de las anécdotas que me han pasado durante la vida y creo que a pesar de las circunstancias siempre he tenido motivos para celebrar el don de la vida, de la salud restablecida y de la incondicional compañía de mi familia y amigos. ¡Al fin de cuentas, si considero que actualmente tengo cincuenta años, cuatro acontecimientos de este tipo durante toda mi vida, no es tanto! Sempre temos motivos para comemorar... (micro conto em português) A luz da lâmpada fluorescente deixou a atmosfera impessoal e fria. O azulejo branco da parede do corredor reforçou esse sentimento. A temperatura do lugar era baixa porque o inverno já se manifestava naquela época do ano. Eu estava deitado numa maca de hospital, tremendo de frio. Minhas unhas ficaram brancas e roxas como sintoma da hipotermia que eu estava passando. A sensação de frio que tinha era muito maior do que o ambiente ou o tempo poderia causar. Caminhando do meu lado a minha mãe perguntava à enfermeira, que estava me levando pelos corredores da clínica até a sala de cirurgia, quanto tempo minha intervenção levaria. O desconforto e a dor que sentia pela apendicite não me permitiram prestar muita atenção aos detalhes desse diálogo. Só me lembro que antes de entrar na sala de cirurgia, minha mãe me deu a bênção na porta e ficou lá rezando por mim. Não sei quanto tempo aquela cirurgia demorou. A minha recuperação foi lenta, então ao anoitecer no segundo dia minha mãe e meu pai vieram me ver com um buquê de flores e uma torta, porque aquele dia era meu aniversário de 14 anos. Não foi a primeira vez que comemorei meu aniversário convalescente, nem seria a última, como contarei a seguir... (1) ... o bolo de chocolate que tinham colocado na mesa da cabeceira da cama era suculento. Por vários dias eu não tinha experimentado uma sobremesa como essa. Meu aniversário de seis anos era aquele dia. Também acontecia que nesse dia estava doente de sarampo. Meus pais e irmãos cantaram, para me alegrar, a minha canção de aniversário com uma vela acesa no meio do bolo. Apesar da convalescença daquele aniversário eu lembro-o com alegria. Meus irmãos se encantaram em comer a deliciosa sobremesa, no exato momento em que meu pai me entregavam uma boneca de pano... um brinquedo que eu almejava há muito tempo... (2) ... Lucho estava voltando de jogar futebol com seus colegas de trabalho enquanto eu continuava deitado na cama por causa do desconforto que eu sentia. Desta vez não era sobre nenhuma doença, só que a gravidez tinha chegado a mim com muito enjoo. Como já estávamos morando no Brasil, minha comemoração naquela ocasião foi soprar uma vela em um pedaço de bolo que meu marido improvisou para não deixar passar essa data... (3) ... Meus compadres chegaram com um buquê de flores e um bolo. Lucho tinha coordenado com eles uma simples celebração porque eu estava sentindo os sintomas do que parecia uma infecção na garganta e que alguns dias depois foi consolidado como febre escarlatina. Meus compadres brasileiros, Lucho e meus filhos se esforçaram para me fazer passar um dia agradável, só que o desconforto da doença foi grande... Essas são algumas das anedotas que aconteceram comigo durante minha vida e acredito que apesar das circunstâncias sempre tive motivos para celebrar o dom da vida, da saúde restaurada e da companhia incondicional da minha família e amigos. Afinal, se eu considerar que atualmente tenho 50 anos, quatro desses eventos durante toda a minha vida, não é tanto!
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