A la miss Violeta -in memoriam- (micro cuento en español y portugués)


El frío entraba por las rendijas de las ventanas de aluminio que estaban al lado izquierdo del salón.  Mis manos estaban heladas a pesar de intentar calentarlas, inútilmente, con las mangas desbocadas de las chompas grises que usábamos como parte del uniforme escolar.

 

El invierno comenzaba a manifestarse con fuerza, lo que significaba que mi cumpleaños se acercaba… pero eso era algo en lo que prefería no distraerme en ese momento.

 

Ese día toda mi atención estaba dirigida al pizarrón verde donde la miss Violeta anotaba, con una tiza blanca, unas complejas fórmulas químicas las cuales me había propuesto entender cueste lo que cueste.

 

Mi amiga Teresita estaba sentada a mi lado con el mismo objetivo.  Yo no le podía dar mucha atención a las preguntas que intermitentemente me hacía para no perderme de la explicación.

 

Química era un curso que se me presentaba como un nuevo desafío escolar… durante la primaria, lenguaje había sido el primero.

 

En el colegio yo fui una estudiante medianamente buena sin ser excepcional, solo que en esta ocasión mi excesivo interés no era por puro deleite académico, sino que se debía a una deuda moral que tenía con mi profesora y que era un secreto que solo ella, Teresita y yo conocíamos.

 

Nos encontrábamos en el segundo bimestre del año escolar.  El invierno y el frío nos lo recordaban permanentemente.  Nuestra libreta de notas había salido unas semanas antes dándome como calificativo del primer bimestre, en ese difícil curso, un mediocre once.

 

Solo que ahí está el detalle… ese mediocre once tenía una historia por detrás… y a pesar de declararme abiertamente incapacitada para esa materia, yo sabía que en el fondo no era así, y que el resultado que realmente merecía por el poco interés que le puse en un inicio era aún peor, era un 10.4 que como todos en Perú sabemos, la nota mínima para aprobar es 11.00.

 

Yo estaba resignada a que apareciese el 10 en mi libreta de notas y mientras especulaba en los argumentos que le daría a mi mamá para justificarme, tuve la gran sorpresa de ver la en entrega de mi libreta un 11, que después supe era debido a una nota de concepto que la profesora había agregado al promedio.

 

Ella, la profesora, nunca reconoció conmigo que ese once, había sido conseguido por ese pequeño empujón que su nota de concepto me había dado… pero yo lo sabía… y eso para mi ya era suficiente.

 

Esa deuda moral que tenía con ella me dio otro empujón, uno mayor, yo diría, porque de ahí en adelante me esforcé tanto y con tanta conciencia de mi deuda para con ella que mis notas subieron a 16 en el segundo semestre, 17 en el tercero y 18 en el cuarto.  

 

Supe reconocer muy bien que la oportunidad que la Miss Violeta me había dado con su nota de concepto no se iba a repetir, y que debía asumir mi responsabilidad, sabiendo que de ahí en adelante el éxito o el fracaso en aprobar o no el curso de química iba a depender única y exclusivamente de mi.

 

Teresita fue la única persona a la que le conté lo ocurrido y, para mi alegría, también se sumó conmigo al esfuerzo de no dejar que el curso de química nos venciese.

 

La miss Violeta y Teresita están juntas ahora en el cielo como testigos celestes de cómo una buena profesora y una buena amiga pueden ser grandes aliados en los desafíos y las conquistas de nuestras vidas.

 

 

 

Para a minha professora Violeta -in memoriam-  

 

 

O frio entrou pelas fendas das janelas de alumínio que estavam do lado esquerdo da sala de aula.  Minhas mãos estavam geladas apesar de tentar aquecê-las, inutilmente, com as mangas da blusa de lã cinza que usava como parte do uniforme escolar.

 

O inverno começava a se manifestar fortemente, o que significava que meu aniversário estava se aproximando..., mas isso era algo no qual eu preferia não pensar naquele dia.

 

Nessa hora toda a minha atenção estava direcionada para a lousa onde a professora Violeta anotava, com um giz branco, uma complexa fórmula do curso de química que eu tinha me proposto entender a qualquer custo.

 

Minha amiga Teresita estava sentada do meu lado com o mesmo objetivo, não podendo, eu, dar-lhe muita atenção às perguntas que me fazia intermitentemente, para não perder a explicação da aula.

 

Química era um curso que se me apresentava como um novo desafio escolar... durante o ensino fundamental, a gramática tinha sido o primeiro.

 

Durante a época escorar eu tinha sido uma aluna moderadamente boa, sem ser excepcional, só que nesta ocasião meu excessivo interesse não era por puro deleite acadêmico, e sim por uma dívida moral que eu tinha com minha professora e que era um segredo que só ela, Teresita e eu conheciamos.    

 

Nesse dia estávamos no segundo bimestre do ano letivo.  O inverno e o frio nos lembravam disso o tempo todo.  Nosso boletim tinha saído algumas semanas antes tirando, eu, como nota de química no primeiro bimestre um medíocre onze. 

 

Só que aqui está o detalhe... aquele medíocre onze tinha uma história por trás disso... e apesar de me declarar abertamente incapacitada para essa matéria, eu sabia que não era assim, e que o resultado que realmente merecia por causa do meu pouco interesse era pior ainda, já que era um 10,4 que no Peru, era merecedor a uma reprovação do bimestre.

 

Eu estava resignada com o dez aparecendo no meu boletim e enquanto especulava sobre os argumentos que eu daria para me justificar na frente da minha mãe, fiquei extremamente surpresa ao ver na publicação do documento, um onze.  Ao parecer era por uma nota de "conceito" que a professora tinha adicionado na hora de tirar o promedio.

 

Ela, a professora, nunca reconheceu comigo que, aquele onze, tinha sido obtido por aquele pequeno empurrão que sua nota conceitual tinha me dado... mas eu sabia... e isso para mim era suficiente.

 

Essa dívida moral que eu sentia com ela me deu outro empurrão, um maior ainda, porque a partir daí trabalhei tão duro e com tanta consciência da minha dívida moral com ela que minhas notas subiram para 16 no segundo semestre, 17 no terceiro e 18 no quarto. 

 

Eu sabia muito bem que a oportunidade que a Srta. Violeta tinha me dado com sua nota conceitual não ia se repetir, e que eu tinha que assumir minha responsabilidade, sabendo que a partir daí o sucesso ou fracasso de aprovar o curso de química ia depender única e exclusivamente de mim.

 

Teresita foi a única pessoa para quem eu contei. No entanto, para minha surpresa ela também se juntou a mim no esforço de não deixar o curso de química nos vencer.

 

A Srta. Violeta e Teresita estão agora juntas no céu como testemunhas celestiais de como uma boa professora, e uma boa amiga podem ser grandes aliadas em vencer os desafios de nossas vidas. 

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