¡Una partida de ajedrez inolvidable! (micro cuento en español y portugués)

 

El ruido del movimiento de las piezas era el único sonido que se escuchaba en el comedor del colegio Inmaculada donde se realizaba el campeonato. Estaba prohibido, para todos los participantes hacer cualquier otro ruido, lo cual no era ningún problema, ya que para la mayoría de los jugadores el silencio era un compañero inseparable en todos los entrenamientos y torneos.
En mi cuaderno yo anotaba la jugada de apertura de la defensa “Ruy López” que usaba cuando me tocaba jugar con piezas negras. Mi contrincante ya había anotado la suya que era el primer movimiento de la “siciliana” que ella usaba siempre. Ella no me miraba mientras jugaba, yo podría decir que hasta me ignoraba de cierta manera ya que, para ella, yo era una contrincante con un nivel inferior al suyo.
Ese partido era la final del campeonato femenino de ajedrez categoría mayores de ADECORE donde se enfrentaban mi colegio, Regina Pacis, con el colegio Juan XVIII, compitiendo, cada colegio, con dos jugadoras que disputaban dos partidos, simultáneamente.
El Juan XXIII era un colegio en el que la mayoría eran miembros de la colonia china teniendo el récord de medallas de oro por varios años consecutivos en ese campeonato.
Que mi colegio, el Regina Pacis, llegara a una final femenina de ajedrez era algo inédito. Era el cuarto año que participábamos como selección subiendo progresivamente, de ser las últimas el primer año, a una clasificación sin medalla en el segundo, a una medalla de bronce el tercero, y la disputa de la medalla de oro el cuarto.
Unos minutos antes de que comenzara el partido final, los jueces tuvieron que resolver el dilema de cómo estos dos colegios se enfrentarían. La conclusión a la que llegaron fue, que mi colega de equipo, que era la primera jugadora de mi colegio, disputaría con la primera del colegio chino, y yo, que era la segunda jugadora, con la segunda de ellos que se llamaba Lucy Chi.
Era muy interesante enfrentarme de nuevo con Lucy Chi. Ella había sido mi oponente dos años antes ganándome de lejos, por eso no me sorprendía que me subestimase. Esa victoria le había hecho sentirse superior y suponiendo que mi nivel de rendimiento seguía siendo el mismo de antes, pensaba no tener de qué preocuparse… Ese fue su gran error.
El tiempo de juego transcurrió sin que lo sintiéramos, solo me di cuenta cuando los árbitros nos pidieron para retirarnos a esperar con paciencia la deliberación del jurado, que fue…
¡Mi victoria sobre Lucy y el empate de mi compañera! ¡La medalla de oro era nuestra!
Yo no lo podía creer. Ese día había hecho una pequeña oración y me había concentrado durante el juego, pero en el fondo yo también creía que Lucy era mejor. La victoria me hacía ver que no importa cómo nos veamos, nada está dicho si nos preparamos bien entregándonos al máximo y sin miedos.
Cuando fuimos al colegio, a llevarles la copa a las monjitas, nos recibieron con cariño haciéndonos entrar en su casa. Fue un lindo momento de celebración en la intimidad de su convento que siempre había tenido curiosidad por conocer.
La sensación de vencer mis límites me trajo una felicidad intensa e inolvidable. Tenía quince años cuando gané esa medalla, ahora tengo varios años más y aun lo recuerdo con mucha emoción…

Um jogo de xadrez, inesquecível! (micro história)

O barulho do movimento das peças era o único som que podia ser ouvido no refeitório da escola Imaculada onde o campeonato era realizado. Era proibido para os participantes fazer qualquer outro barulho, o que não era um problema, já que para a maioria dos jogadores o silêncio era um companheiro inseparável em todos os treinamentos e torneios.
No meu caderno eu anotava a jogada de abertura da defesa "Ruy López" que usava sempre que tinha que jogar com as peças de xadrez pretas. Minha oponente já tinha escrito a jogada dela, que foi o primeiro movimento da "Siciliana" que ela sempre usava nos torneios. Ela não olhava para mim enquanto jogava, eu poderia dizer que até me ignorava, já que, para ela, eu era um oponente com um nível inferior ao dela.
Essa partida era a final do campeonato de xadrez feminino categoria maiores do Adecore, onde minha escola, Regina Pacis, enfrentava a escola Juan XVIII, competindo, cada escola, com duas jogadoras que jogaram duas partidas, simultaneamente.
A João XXIII era uma escola onde a maioria eram membros da colônia chinesa detentora do recorde de medalhas de ouro, por vários anos consecutivos naquele campeonato.
Que minha escola, a Regina Pacis, chegasse na final era sem precedentes. Era o quarto ano participando como um time, subindo progressivamente de ser as últimas no primeiro ano da competição, para uma classificação sem medalha no segundo, para uma medalha de bronze no terceiro, e a disputa da medalha de ouro no quarto.
Alguns minutos antes do início da partida final, os juízes tiveram que resolver o dilema de como essas duas escolas se enfrentariam. A conclusão que eles chegaram foi que minha colega de time, que tinha a melhor pontuação, iria jogar com a melhor da escola chinesa e eu que era a segunda, jogaria com a segunda que era a Lucy Chi.
Foi muito interessante enfrentar Lucy Chi novamente. Ela tinha sido minha oponente dois anos antes, ganhando de longe, por isso não me surpreendia que me subestimasse. Essa vitória a fazia se sentir superior a minha, considerando que meu nível de desempenho ainda era o mesmo que naquela época, e que por isso não tinha que preocupar-se... Esse foi o seu grande erro.
O tempo de jogo passou sem que o sentíssemos, só percebemos que tinha passado quando os árbitros nos pediram para nos retirarmos a esperar pacientemente pela deliberação do júri, que foi...
Minha vitória sobre Lucy e o empate da minha parceira! A medalha de ouro era nossa!
Eu não podia acreditar. Naquele dia eu tinha feito uma pequena oração e tinha me concentrado durante o jogo, mas lá no fundo eu também acreditava que Lucy era melhor. A vitória me fez ver que não importa como olharmos para nós mesmos, nada está dito se nos preparamos bem, nos entregando ao máximo e sem medo.
Quando fomos para a escola, para levar a taça às freiras, elas nos receberam com carinho, nos fazendo entrar na sua casa. Foi um bom momento de celebração na privacidade de seu convento que sempre tive a curiosidade de conhecer.
A sensação de superar meus limites me trouxe uma felicidade intensa e inesquecível. Eu tinha 15 anos quando ganhei essa medalha, agora tenho mais alguns anos e ainda me lembro daquele dia com muita emoção...

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