Confesión. - Una fiesta en el cielo (micro cuento en español y portugues)
Una enorme mesa estaba en el medio del auditorio, con los alfajores y los sándwiches de pollo organizados alrededor de una hermosa torta de chocolate con fodge.
Todas mis amigas, al igual que yo, estábamos vestidas con el monocromático uniforme único escolar de los años 70. No usábamos ropas festivas. Tampoco estábamos celebrando el cumpleaños de ninguna de mis compañeras.
Lo único fuera de lo común era que al día siguiente recibiríamos la primera comunión y habíamos tenido por eso, nuestra primera confesión.
- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida.
- … que Dios esté en tu mente y en tus labios para que hagas una buena confesión.
El breve diálogo con el sacerdote terminó con la bendición…
- Puedes irte en paz Dios te ha perdonado.
Fueron las pocas palabras que intercambié con el padrecito que había escuchado con mucha paciencia los “terribles” pecados que podía tener una inocente niña de ocho años.
Ya en la celebración, mientras comía mi tercer sándwich de pollo en espera de la suculenta porción de torta que nos servirían al final, fui corriendo donde la madre Pilar, la más sabia de las monjitas de mi colegio, a preguntarle el motivo de tan linda fiesta, porque en mi lógica infantil no existía ningún motivo relevante que lo ameritase.
- Martita, hoy te has confesado.
Me respondió la monjita con cariño.
- ¿Ah? – fue mi respuesta desconcertada que me dejaba tan perdida como al inicio.
La monjita sonrió sabiendo que mi capacidad de apertura al misterio con 8 años no era mucha y agregó las más sencillas y a la vez profundas palabras que he escuchado hasta hoy.
- Martita, hoy te has confesado, ahora estás más cerca de Él y Dios que te ama está feliz con eso. ¡Hoy estamos celebrando porque hay una fiesta en el cielo!
Confissão. - Uma Festa no céu
Uma enorme mesa ficava no meio do auditório com os brigadeiros e os sanduíches de frango organizados em volta de um lindo bolo de chocolate.
Eu e todas as minhas amigas, estávamos vestidas com o uniforme escolar monocromático dos anos 70. Não usamos roupas festivas. Também não estávamos comemorando o aniversário de nenhuma das minhas colegas.
A única coisa fora do comum era que no dia seguinte receberíamos a primeira comunhão e, portanto, tivemos nesse dia nossa primeira confissão.
- Ave Maria Puríssima.
- Sem pecado concebida.
- Que Deus esteja em tua mente e em teus lábios para que você possa fazer uma boa confissão.
O breve diálogo com o sacerdote finalizou com a bênção...
- Você pode ir em paz, Deus te perdoou.
Foram essas e mais algumas poucas palavras que troquei com o padre que tinha ouvido com paciência os pecados "terríveis" que uma menina inocente de oito anos poderia ter.
Já na celebração, enquanto comia meu terceiro sanduíche de frango esperando a suculenta porção de bolo que seria servida no final, corri até a Madre Pilar, a mais sábia das freiras da minha escola, para perguntar a ela o motivo de essa festa tão bonita, pois na minha lógica infantil não havia nenhuma razão relevante que a merecesse.
- Martita, hoje você confessou-se.
A freira me respondeu com carinho.
- Ah? – foi a minha resposta confusa que me deixou tão perdido quanto no início.
A freira sorriu sabendo que minha habilidade de me abrir ao mistério aos 8 anos não era muita e acrescentou umas palavras, as mais simples e profundas que ouvi até hoje.
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